1. Puntos de fuga
Movilizarse determina una red de conexiones entre los hechos, entre las personas, entre las cosas del mundo. Las personas emprendemos viajes hasta en sueños. Esta visión idílica del traslado, sin embargo, es reinterpretada en las últimas décadas por matices menos gozosos. En términos regionales, América del Norte es la región que mantiene los niveles más altos de migrantes internacionales pasando de 18 a 41 millones entre 1980 y 2000.  Para muchas familias tanto rurales como urbanas de México y Centroamérica, la migración se presenta como la única alternativa para salir de la pobreza y consolidar un patrimonio.
         En ese marco de dificultades surgió la exposición Punto de Fuga, integrada a través de una recopilación de imágenes documentales de tres fotógrafos guatemaltecos: Moisés Castillo, Andrea Aragón y Sandra Sebastián. La difícil experiencia de los éxodos masivos se representa a través de fotografías que relatan historias particulares pero compartidas por un creciente número de individuos, que dibujan a los movimientos migratorios como un fenómeno social de particular importancia para Guatemala después del cese del conflicto armado y la firma de los acuerdos de paz. Después de estos hechos históricos, el reto ha sido no sólo garantizar el retorno sino la inserción segura de los retornados. Sin embargo, los hechos han mostrado que la ansiada reactivación económica, así como sus consecuencias sociales y políticas, no han proporcionado este marco de estabilidad. De ahí, según la investigadora guatemalteca Irene Palma, cada vez más amplios sectores de población de la mayoría de los países centroamericanos se han sumado a los flujos migratorio. Todos ellos enfrentan situaciones de riesgo, abusos cometidos por agentes migratorios o personas que han formado redes clandestinas pendientes a los movimientos de los migrantes. Lo cual contribuye a un marco de cambios significativos en los procesos de reproducción social, en la configuración de nuevos valores, de la adopción de una ideología consumista y en la construcción de nuevas identidades. Estas modificaciones en las comunidades, sumadas a la falta de oportunidades locales, son elementos clave para la comprensión de la emigración al norte. (I.Palma. FLACSO, 2004)
         Punto de Fuga retrata con énfasis ese paisaje desbordante y fragmentado por los eventos históricos del pasado reciente y por una actualidad llena de tensiones. Estas imágenes muestran pequeñas historias de grandes anhelos; de estampas cotidianas de aquellos que abandonaron sus hogares, huyendo de la sombra de la pobreza Las fotografías de Moisés Castillo acceden al punto más distante del norte del Petén, en las corrientes bravas del océano Pacífico, cruzando los Cuchumatanes, o en la frontera incierta de Tecún Umán, donde miles de hombres y mujeres convergen en el largo camino hacia los Estados Unidos. Sandra Sebastián recoge las historias que se tejen alrededor de la Estación Migratoria Tapachula, catalogada como la más grande de Latinoamérica y donde miles de viajeros de todas partes del mundo ingresan diariamente en esta prisión y esperan a ser deportados. Al otro lado de la prisión, muchos de los detenidos, además de los sueños y el impulso, también han perdido piernas o brazos. Algunos hasta la vida en el tren de carga al cual se suben cada mañana, dando brincos, agarrándose del primer barrote que les arrastre o perdiendo el equilibrio mientras se quedan dormidos. Andrea Aragón nos acerca a un nuevo paisaje, conformado con ventanas de rascacielos y producto del envío de remesas que encuentra en la construcción la primera forma de anunciar el deseo de retorno. Generalmente llamada arquitectura de remesas, estas nuevas proporciones dan sentido a ese viaje a la hora de conformar un patrimonio inmueble. En general, esta nueva arquitectura proporciona la imagen del tránsito y la hibridación cultural de nuestra época. 

2. Aeropuertos, un monólogo común
Las imágenes de Punto de Fuga determinan una lectura frontal y específica. No obstante, la hiperrealidad no excluye lo ontológico. En 2001, después de los ataques las torres gemelas del World Trade Center, el instante del impacto quedó grabada en la memoria planetaria al mismo tiempo que toda una posibilidad de interpretaciones sobre el sentido contemporáneo del viaje. Por más concreta que fuera el instante televisado, generó un espacio abstracto que invitaba a la reflexión sobre los límites de convivencia humana y los derechos internacionales. ¿Quién o qué los definía? Si existía una poética en esos dos vuelos colisionando sobre las torres del World Trade Center, ésta se concretaba sobre uno de los puertos de mayor alcance, que distribuye a nivel mundial a las personas y, por ende, el intercambio de las culturas. Los aeropuertos surgían como metáforas donde se negocian donde se pone en práctica el control de pasaportes como ritual o acto de rutina que articula el orden social, político y territorial, la legalidad y la ilegalidad, lo propio y lo ajeno, lo reconocible y lo distinto.
         En Guatemala, las 15 horas indica el momento en el cual descienden los vuelos porcedentes de Miami o Houston. El aeropuerto, literalmente, se ve copado de personas que llegan a encontrarse con familiares que llegan por la vía legal o devueltos como deportados. Cuando el viajero es originario del altiplano no será recibido de manera sencilla. Abuelos, padres, primos, tíos se desplazan en autobuses contratados para movilizar a toda la familia. Entre el bullicio, el aeropuerto es el lugar donde se reestructura de manera instantánea la identidad o se sospecha que éstas se han desdibujado. En un aeropuerto todos somos potencialmente impostores, indica Donna Conwell.
         Al presentar juntos estos dos proyectos, Punto de Fuga, de los guatemaltecos Moisés Castillo, Sandra Sebastián y Andrea Aragón, junto al fragmento titulado Out of place, de la artista chilena Claudia Aravena, es inevitable recorrer el tema de la migración y de ese intercambio cultural que se establece a partir de la imagen institucional. En un aeropuerto –como sucede en la misma sociedad- la información se distribuye y entrecruza. Si algo define ese tránsito es la experiencia existencial, de verse afectados por una sociedad específica y por lugares impersonales como los aeropuertos. En esa contradicción vamos encontrando los espejos que nos construyen y reflejan con exactitud. 

3. Fuera de lugar: los ojos del otro y el yo
Considerando que en las reglas del dibujo técnico, un punto de fuga determina el punto de partida y el encuentro de los diferentes ejes de una perspectiva, las exposiciones sugieren la dinámica de un diálogo poliédrico y polifónico. En el mismo se instala un no lugar, fuera de lugar, que es común para todos. En la variante de Out of Place, éste espacio indaga las formas en que se construyen las representaciones. Desde lo íntimo y autobiográfico, la artista explora los efectos de la suma de dos contextos culturales disímiles: la cultura palestina de su lado materno y la cultura chilena aportada por su padre. A través de fotografías que originalmente estaban asociadas al álbum familiar y luego, para su sorpresa, las réplicas fueron encontradas en un segundo documento durante su primera visita a su familia en Palestina, la artista nos lleva por los caminos de la construcción dinámica e híbrida de las identidades. En ese espacio de indefinición, Out of Place refleja la imposibilidad de las identidades únicas, ofrecidas como algo rígido y esencialista. En el tejido de imágenes que construye Out of place, también se presentan imágenes a manera de postales. Llaman la atención su vínculo con los escenarios de estudio, donde el borde entre realidad y ficción desaparece. En una de ellas, una muchacha de “ojos moros”, una Scherezada de cabellos ondulados, rodeada de tapices y cojines, exalta las narraciones y la voluptuosidad que siempre esperamos recibir de Oriente. Lo interesante es saber que el personaje femenino central es familiar de la artista y que el escenario fue construido con total consciencia de los arquetipos a los cuales alude. A la misma se contrapone la imagen de la artista rodeada de su familia en una actitud más relajada pero, a la larga, igualmente actuada. Frente a una cámara fotográfica el ser humano ha aprendido a actuar y hablar de sí mismo, decía Richard Avedon. Para este especialista de los retratos, la fotografía resulta como un espacio donde somos capaces de hablar de nosotros mismos o de los otros. 
         
Al recorrer ambas exposiciones, se asiste a un viaje donde los pasaportes de identidad territorial resultan primitivos.  La suma de ambas experiencias visuales fluyen a través de una narración en la cual nunca se consigue aterrizar en un lugar específico. Punto de fuga y Out of Place –más allá de sus propias claves y entornos culturales- sugieren un recorrido planetario donde el tránsito existencial supone también un extravió individual y social. No se trata de refugiarse sino de extraviarse en el tiempo, lo que hace del mismo viaje una metáfora del olvido, de la “necesidad móvil”, de la búsqueda de un nuevo lugar al que alguien llamará “hogar”. Y que perdurará bajo una forma idealizado, que evoca la posibilidad del retorno al territorio que se añora: la tierra de los padres o los abuelos, un lugar imaginado o heredado a través de fotografías. 
         Guatemala y Chile son países distantes y distintos. El número de kilómetros de desconocimiento lleno de preconcepciones son una realidad que nos deja impávidos. El reto de colocar estas dos exposiciones implica, precisamente, el de reflexionar sobre las posibles rupturas de ese y otros órdenes establecidos. 
          

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